Quedaste grabada:
frente al local de Humanidades,
el rostro partido,
ahogado en el horizonte de la guerra.
Esa guerra que agrietó corazones
y comprimió almas.
Cuando la muerte llamó a tu puerta,
te convertiste en eco,
en un nombre más
en la fría lista de los que no volvieron.
Ignoro si tu nombre mancha
el muro de la memoria colectiva.
Pero en la mía, permaneces:
joven, eterna,
con la mirada siempre perdida
en un horizonte que te tragó.
aapayés