Que tu adiós no sea un suspiro,
Sino un tajo en mi costado,
Que la herida lleve tu nombre
Y sangre versos desgarrados.
Que el vientre de la despedida
Guarde el eco de nuestros gritos,
No el silencio, no el olvido,
Sino el jadeo de tu ritmo
Marcado a fuego en mis huesos,
En mi boca, en mis delirios.
Que tu piel no sea recuerdo,
Sino hambre que me devora:
Dame tus uñas en mi espalda,
Tus dientes hundidos en mi boca,
La sal de tu sudor en mis labios,
El veneno de tu aroma.
No quiero rastros de polvo,
Sino cicatrices, marcas:
Las tuyas en mis caderas,
Las mías en tu garganta.
Que lo prohibido no sea sombra,
Sino puñal, sí, que clave
Nuestros nombres en la noche
Hasta que arda la mañana.
Que tu nombre no sea verso,
Sino rugido en mi tripa,
Un aullido entre mis dientes,
Una condena que me empuja
A morderte el alma entera
Y escupirla en cada esquina.
No hay fragancia, hay fuego.
No hay tiempo, hay espinas.
Tú y yo: dos bestias
Desangrando su saliva.
aapayés