Me puse a vivir
En ese instante de morir,
Recordando la infancia
Cuándo dibujaba con la tiza en la pizarra del colegio
Los sueños de un juego en el cielo
Con el estomago vacío
Y sin una caricia en el bolsillo
Me puse a vivir
En la oscura celda del verdugo,
Ausente del sol y la luna
En el vacío mundo de la muerte
La brisa
Era un espejismo en mis entrañas
En mi cuerpo torturado
En mis huesos maltratados,
Abandonado por el oxigeno existencial
De la hormiga,
De un ave en pleno vuelo,
De una luciérnaga iluminando el camino,
Del aletear de un mosquito
En la oscuridad absoluta
En el cubículo sin retorno
Comencé a vivir
Cuándo la capucha dejó de ser tortura
Cuándo la mierda y el orín dejaron de ser aroma y alimento
aapayés