Apenas dejé de sentir,
Supe que era el momento
De dejar de escribir.
Mis dedos cesaron su latir.
El parpadeo de una mano sin razón,
Misericordia obtusa en el abecedario del silencio.
Enrojecieron las espinas que taladraban
La biblioteca honrada, páginas por vivir.
Dialéctica tentación:
Desbordó la imagen moribunda de la palabra,
Que trasciende más allá de lo esperado,
Placentera y acogedora en su adiós,
Verso sin despedida,
Sin permiso a la vida.
Atardecer y amanecer muriendo
En el día que llegó para quedarse.
Un suspiro confundido
Con el éxtasis voraz de la avaricia,
Eyaculación anónima
En recovecos de ira obscena.
Labios húmedos del placer,
Lengua lamiendo letras
En los párpados de las cicatrices escritas.
Rincón, solemne silencio en la biblioteca,
Ajena a la lectura,
Pérdida en el pasillo del pensamiento.
Una ráfaga disparando versos,
Armas del pensamiento
Contra la anarquía y el capital.
Austero y pretencioso,
El Libro se tiñó de sangre:
Historia y esencia, conquista de la tierra,
El exterminio de pueblos.
Capítulos y versículos
Con personajes agudos, rancios ante la verdad,
Quejándose de quien les gritó sus culpas
En los muros de la lamentación.
¡Ay de vosotros, fariseos hipócritas!
Rásguense las vestiduras,
Que ya os vemos desnudos
En las calles del genocidio.
Acorraló al más poderoso,
Al placer económico y político,
A los clericales fantasmagóricos de siglos.
La palabra se hizo verbo
Y habitó entre las piernas,
Entre nosotros, pecadores de la vida,
Del placer y el egoísmo.
Grito ungido del saber:
Ser o estar en el materialismo histórico,
En el materialismo dialéctico.
¿Qué sería el mundo sin Marx,
Sin su Capital, sin el análisis de la sociedad,
Sin ese fruto de clase en la lucha infinita?
Por conquistar nuestros derechos,
Por los siglos de los siglos.
La comunidad primitiva,
Nosotros, ausentes de sentimientos,
De amor, de sensibilidad.
Materialistas hasta la arrogancia,
Espíritus vacíos de palabras solidarias,
Gestos prostituidos de un Dios, de dioses,
Dioses lamiendo tentaciones.
Un niño desnudo y desnutrido
Muere de hambre en un continente ajeno al nuestro,
De color ingenuo, sin saber que existen
Blancos, amarillos, negros.
Sobrevivir, comer, comerse la vida,
Prendido de la teta de su madre,
Amamantando sangre,
Esencia del vientre que lo parió por amor,
Dolor intenso del ciclo necesario.
Apenas dejé de sentir,
Comprendí que debía dejar de escribir.
Es una locura llena de mierda
Si no restriego las palabras
En los rostros de los burgueses,
exigiéndoles
Un atisbo de solidaridad para quien merece amor,
Futuro,
Esperanza para la niñez.
Las lágrimas secas son polvo ahora,
El viento se petrifica en la memoria,
Lapidando conciencias
En las catacumbas de la comodidad.
Occidente orina paz en letrinas de oro,
Acariciar bombas con guantes de seda,
Mientras el control remoto dibuja
Su firma en el aire estéril.
Música fugaz. La noche repite
Su parodia en Mi bemol mayor,
Desnudando almas marchitas
Bajo el respirador artificial.
(Un libro ahogado en el lavamanos,
Jabón virgen junto a la letrina,
Papel higiénico enrollado como diploma
Para manos que pintan mentiras
Con dedos manchados de historia).
En el pasillo de la biblioteca
-Sueño acumulado-
La palabra -Vivir- sangra
En el muro del hospital.
Una mano acaricia
El hombro del desconocido:
Harapos de luz en la plaza vacía
Donde el niño pesca monedas
Entre botellas rotas.
El poeta calla.
El verso late
En la herida abierta
De la luna.
Existir bajo la sombra de un amor ausente:
La distancia es cómplice de la despedida.
Bajo los labios, bajo el gesto,
El vuelo de una mano en alto
Grita ¡adiós! sin dibujar el hasta pronto.
Se agotan los días,
El tiempo, la vida.
Se dispersa el delirio
En el aire fresco de los árboles,
En la montaña que acaricia el silencio.
Los años generan espera:
Espera de partir, de morir,
De disparar suspiros.
Una palabra aguda, amor,
delirio,
Efímero sentimiento antes de dejar de ser.
Un paso por el camino,
Andando solo o acompañado
Por miserias humanas.
No sé cuál camino es correcto
Cuando de amar se trata.
El destino… no sé qué sentido tiene
Si lo vivido me basta
Para saber que no estás.
Extraño tu mano en el camino,
En el parque, corriendo versos,
Una caricia llena de ternura,
Tus pasos cortos,
Tus manos tibias en mi vida.
Un cisne dormido en el sofá
Alteró mi tarde y mi noche.
Dejé la puerta abierta:
Si al despertar vuela,
Taciturno y frágil,
Que encuentre el cielo.
La historia se transforma en segundos;
Nos damos cuenta en el momento del susto.
Un halcón acarició la ventana del cuarto oscuro.
Encendí la luz, y el color del cielo
Se tiñó de amarillo
Por el vuelo anónimo de la poesía.
Abrí la ventana.
A lo lejos, un mosquito bailaba desnudo,
Alentando poesía escondida en mi silencio.
Escuché el eco del sermón de la montaña
Y lo hice verbo en la lucha solidaria.
Un puño alzado en mi memoria
Me llevó al momento de la muerte:
Instante maquiavélico de un capricho.
Fugaz fue la voz de la montaña.
Sermón incompleto si no se hace acción,
Praxis, dialéctica contemporánea
En un mundo ecléctico de dificultades.
Una sonrisa colmó de ternura mi tortura,
Alternativa ingenua al odio, al rencor opresor,
A las cadenas del pensamiento libre,
A un fusil durmiendo en la habitación del olvido.
Rosas rojas y amarillas trazan el camino
Hacia la victoria, con pasos firmes.
Los libros marcan la diferencia:
La educación, la cultura,
Leer, leer y seguir leyendo
Hasta el último aliento de nuestras vidas.
Una lágrima se desliza en el ojo izquierdo de mi memoria:
Un compa caído, el puño en alto,
Su compañera abrazando la esperanza,
Vestida de utopía.
Sueños y pesadillas
Se acomodan en la almohada,
Mientras saboreo amor en el silencio.
Y cuando dejé de sentir,
Dejé de escribir pensando en vos.
aapayés