En la inminencia de no ser
código fiel
a tu geometría;
un roce suspendido
en el límite de la forma,
un naufragio de labios
en el territorio del tacto.
Doblado y desdoblado
en un amanecer
sin testigos,
en la vasta sed
de marcar un signo
en el acantilado del tiempo.
Ya estaba escrito en el sílex,
cuando era apenas
resto de luz
en la llanura
de un océano de silicio,
allá donde la geografía se desvanece.
Y fui, desde entonces,
partícula de canto
en el cuerpo del mundo;
eco sin origen,
resonancia mínima
en la bóveda antigua
del lenguaje.
Acaso,
antes de volverme
únicamente
fantasma de tu querer.
aapayés

