
Me doblegué a la mesa
Cansado y hambriento,
Reflejo incansable del delirio
Por acariciar con el tenedor, la comida,
Me invitó a deleitar sus sabores,
El hambre es ciega y sin medida
Las calles están pobladas de colchones
Con almas durmientes de miseria,
Y yo aquí sentado sin preguntar,
Deleitando los sabores del plato recién servido
Oriundo del sabor original de la ausencia
En otra circunstancias
Me senté y me bebí la vida en un segundo
aapayés