No diré nada.
Me dejaré llevar
por los instintos
de ser nadie.
Nadie en el corazón
de tus latidos.
Nadie en el susurro
de tu silencio.
Nadie en la poesía.
Nada en la memoria
que sosegue
la temible tentación
de amar,
de amarte,
de amarnos,
de unirnos
en lomás sublime
de nuestros deseos.
Nadie
con quien compartir
un olvido,
tergiversando la realidad
de la noche a la mañana.
Mañana es otro día,
dijo el colibrí
que susurró por la ventana
la agonía de la partida.
La noche dejó de ser noche
y amaneció
sin ti,
sin mí,
en el anonimato
de un beso desconocido,
en la poesía.
aapayés

