Ya lo susurró la luna plateada:
"Si tu mirada no descifra
el naufragio de luces en la noche,
es porque bebes de un río sin estrellas,
y tu pupila es un espejo vacío."
No busques ecos en otros labios,
no mendigues soles ajenos.
Ama con la fiebre del río que se entrega al mar,
siente con la raíz y no con la piel,
obedece al trueno que nace en tus entrañas.
Y yo aquí,
refugiado en este exilio de niebla,
escultura tallada por el olvido,
escribo un nombre que el viento deshace.
Y la estrella de la tarde lo recoge,
como un beso que nunca se posó,
flotando en el silencio cósmico.
aapayés
 
 

 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
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